Ni tan fácil, ni tan obvio

Ni tan fácil, ni tan obvio, en pocos aspectos de la vida funciona una “talla única”, ni en los sueños, ni en los estándares de felicidad, ni en la ocupación soñada, y menos aún, en el amor. 
El amor no es ni tan fácil, ni tan obvio, es imperativo personalizarlo para poder vivirlo, no se puede experimentar con parámetros ajenos, ni con fórmulas de microondas que a otros quizás le han funcionado. 
Puede ser que algunas experiencias nos sirvan de referencia, yo leo mucho y ciertamente muchas cosas que he leído han resonado en mí, pero incluso, así resuenen en mí, quizás esa información o referencia no me sea útil en una relación o con alguien en especial.
Cuando hablo de “personalizar” el amor, me refiero a vivirlo con novedad, y hasta con ingenuidad en cada nueva oportunidad en nuestras vidas, porque ante una experiencia nueva en el amor, no se vale traer viejas razones y argumentos que no le pertenecen a esta renovada realidad. 
Es imposible pensar que el lugar común de “todos los hombres son iguales” sea cierto, tampoco lo es en el caso de las mujeres, y de ser así, entonces quédate con tu ex, así al menos sabrás de qué pie cojea, ya tendrías ese camino recorrido.
Presumo y creo no equivocarme, que el 100% de las rupturas obedecen a, que bien preferimos estar solos, o que le estamos apostando a que sí hay alguien con quien tendremos coincidencias, risas, una vida bonita, y que será un sano complemento en nuestras vidas. 
A pesar de que la opción de estar solos se vale, y es incluso más fácil y seguro alcanzar la paz y la tranquilidad de esta forma (lo he experimentado), la opción más retadora, nada fácil y nada obvia como enamorarse y emprender una relación, es la preferida de casi todas las personas que conozco, y es que en el fondo de nuestro corazón, sabemos que el amor en forma y rostro de un buen complemento, hace todo más bonito .
He oído a muchas personas decir que son felices estando solos, yo lo he dicho muchas veces y de verdad, pero al final ese espacio busca inexorablemente ser llenado, y hay algo en nosotros que se potencia cuando estamos en una relación amorosa.  
No creas tú que todos los hombres que conoces, o todas las mujeres, responderán de la misma manera al interés, a la cercanía, ni demostrarán lo que sienten de la misma forma que tú, o que las personas que has conocido en tu vida. 
Las comparaciones raras veces resultan útiles, al menos entre seres humanos, no hay nada más odioso que un padre comparando a un hijo con otro, o una persona comparando a su relación actual con su ex pareja. Podrías estar sacando lo peor de esa persona al compararlo. 
Parte de lo más hermoso de la vida, es saber que en cada viaje, el copiloto siempre hará la diferencia, puedes ir en una carretera discutiendo y con mala cara, o puedes ir cantando y tomado de la mano con la persona que más te hace reír. Es el mismo trayecto, pero jamás será el mismo viaje.
Ni tan fácil, ni tan obvio, pero siempre valdrá la alegría intentarlo, sorprenderte contigo mismo y decirte “pero yo no suelo hacer esto”, o “¿porqué me río mil veces cuando pienso en esta persona?”, “¿por qué no me importa ceder?, ¿pero y yo de donde estoy sacando esta paciencia?, son preguntas que me he hecho varias veces en la vida, y ese cambio, ese turismo de aventura emocional, lo he disfrutado y me ha sentado bien.
Mientras tú puedes estar pensando lo que pasará dentro de varios meses, la otra persona podría solo decirte “mañana es nuevo día”, mientras a ti se te hace fácil decir las cosas, abrazar y besar, el avance de la otra persona podría ser casi imperceptible para la mayoría. Como decía el principito “lo esencial es invisible a los ojos”.
De repente, y por no ser ni tan fácil ni tan obvio, el amor hay que deshojarlo, ir quitando capa a capa temores, prejuicios, dudas, inseguridades, llegar al fondo y contemplar la vulnerabilidad de quien no sabe expresar lo que siente, porque de hecho pensaba que no volvería a transitar por esa emoción.
Siempre valdrá el esfuerzo y la alegría el susto del amor, porque, a pesar de no ser ni tan fácil, ni tan obvio, siempre será el mejor regalo que le podemos dar a una persona.
El susto del intento, siempre será mejor que el lamento del arrepentimiento por no haberlo intentado, porque a pesar de que en la vida y en el amor las certezas absolutas no existen, es muy hermoso y gratificante entregarlo todo, ya el hecho de que lo valoren o lo correspondan escapa de nuestro control.
La parte del amor, que sí es muy obvia, aunque no tan fácil, es aceptar a la otra persona tal cual es, nada invalida más a un ser humano que quererlo cambiar.
Pero la buena noticia es, que al transitar el sendero de aceptarlo, es muy probable que observes cambios favorables en esa persona, porque el amor y la validación hacen milagros.
Si quieres un camino más expedito para estar tranquilo, no te enamores, si prefieres caminar más rápido, no te enamores, pero si de verdad quieres expandirte, crecer, y retarte en cada esquina de tu ser, abraza el susto de amar como si de eso dependiera tu vida. 

¡No te metas mamá!

Antes que nada quiero decirte algo que quizás ya has notado, este blog, este espacio tan especial y único para mi, y que tú has abrazado tan bonito, no tiene un ritmo definido más que mi ser y mi inspiración.

Hay días muy movidos emocionalmente, como éstos (no es para menos, estoy a pocos días de ser abuela, así que preparado), en donde casi a diario siento la necesidad imperiosa de escribir, y hay semanas en las que no me siento tan inspirada como para intentar dejar una huella aquí, para mi y para todos los que me leen.

Así que al ritmo de mi corazón y de mi musa les seguiré dejando la piel en este rincón de amor en letras 🍀

Difícilmente una madre, en algún momento de su vida, no escuchará esta frase, “¡mamá, no te metas, es mi vida!”, y yo reflexiono y pienso, “ya va, quien primero se metió en mi vida fuiste tú”, no solo en mi humanidad física, en mi vientre durante 9 meses, sino en lo más profundo de mi ser, en mi alma y en mi corazón.

Se tiene un hijo y se siente que el corazón nos comienza a latir fuera del cuerpo, es una vaina loca, llega un amor que no conocíamos, un susto que no teníamos y unas ganas incontrolables de protegerlos de todo. El amor y el deseo de protegerlos crecerá con los años, y el susto no se irá jamás. 

Recuerdo cuando el padre de mis hijos y yo intentamos que nuestra hija aprendiera a andar en bicicleta, tan pronto le quitábamos las dos rueditas traseras, Mariandrea iba a directo al suelo, yo le decía «ya va Luis Eduardo, le quitamos una primero y luego la otra», y nada, fuera la izquierda o la derecha, nuestra hija iba directo al suelo, así que yo le dije luego del tercer raspón de rodillas «Ay no, déjame a mi muchacha tranquila, ya tiene las rodillas peladas», y la bicicleta permaneció con las rueditas traseras y luego fue arrumada.

Bueno, a mi hija le tomó miles de millas aéreas, un viaje mochilero por 3 continentes, donde expandió su mente, su cuerpo y su ser, que finalizó en La India, a sus 28 años, para aprender a manejar bicicleta, porque su mamá, a sus 4 años, no la quiso ver con las rodillas escarapeladas. Esas ganas de protegerla, están intactas.

Al ser madre se puede pasar de sentir que todo lo tenemos bajo control, a una suerte de suerte de susto con vigilia permanente, mientras son bebés y niños, todo está un poco más controlado, siempre están a nuestro lado, luego crecen, toman sus decisiones y te podrían salir con la frase ¡es mi vida mamá!”, y tú, “mira, mira, mira, fueron 9 meses de náuseas, acidez, gases, y demás”, aunque eso no reviste ninguna relevancia en comparación a todo lo que ocurre luego del nacimiento de un hijo. 

Cuando los llevas a la primera piñata y no agarran jugueticos, y les ves la carita triste, ay no, yo les decía “quédate aquí hija/hijo, ya vengo”, y me lanzaba al suelo al rescate de los juguetes, jamás en mi infancia fui tan buena agarrando juguetes de piñata, pero entre mi condición de madre salvadora y la ventaja del tamaño, para mis hijos siempre agarré los mejores (las pelotas de piñata eran mi principal objetivo).

Luego llegaba orgullosa de mi pesca de juguetes, mis hijos me veían felices, y yo me sentía como una superheroína. Creo que no hay juguete más preciado para un niño que los que salen de una piñata, y no hay ridículo más grande y hermoso para una madre que meterse en una piñata.

Mis hijos no necesitan decirme expresamente que me necesitan, desde aquella carita triste por no agarrar juguetes de piñata, hasta una frase corta escrita en un chat, verles una cara que sabes que no están bien, o incluso cuando pasan cosas inexplicables, eso es un CTA, un «call to action«, un llamado a la acción.

En una ocasión, sentí como un apretón de barriga, y pensé en mi hija, siempre suelo abrir la conversación con mis hijos con “Hola hija (o hijo), Dios te bendice y te guarda siempre, ¿cómo estás?”, pero esa tarde cuando mi hija atendió mi llamada simplemente le dije “¿porqué estás llorando hija?”, hasta yo me sorprendí de haberle dicho eso, y mi hija me responde “vergación mamá, la lágrima aún no me ha llegado al cachete, ¿cómo sabes que estoy llorando?”, es de las vainas más locas que me han pasado con mis hijos. 

La conexión con mis hijos en mi caso es inevitable, con mi hija es aún más fuerte y evidente, a veces nos duelen las mismas partes del cuerpo, decimos o pensamos lo mismo al mismo tiempo, es algo de no creerse, pura magia (me encanta esta palabra porque me atrapan las cosas que no se pueden explicar).

Esos momentos en los que siento que mis hijos me necesitan, si los tengo cerca físicamente, no les pregunto qué les pasa, solo digo “¡ya voy para allá!”, y en el camino mientras conduzco en mi cabeza escucho el soundtrack de una película de Marvel (me pasó hace dos días con mi hija), y siento que me voy llenando de super poderes y que llegaré a solucionar cualquier cosa que necesiten mis hijos (incluso una aterradora cucaracha que tuvo el innecesario atrevimiento de volar), ¡cualquier vaina yo la resolveré!

 ¡De verdad no había necesidad de que las cucarachas volaran!, de pana.

Sean  necesidades emocionales, afectivas, un abrazo, hambre (pareciera la más fácil, pero no en mi caso que se me olvidó cocinar), un reguero, cualquier cosa, el sentimiento que quiero producir en mis hijos es “¡ya llegó mi mamá!”, y la frase que ellos quieren escuchar de mi es “¡tranquilo hijo, todo estará bien!”.

Es increíble lo que puedo llegar a sentir, o como puedo sentirme, cuando mis hijos me necesitan, me siento invencible.

No hay espacio, esfera emocional, u oportunidad más expedita para transmutar oscuridad en luz, ausencia en presencia, desamor en amor, que con un hijo. Con un hijo no se deberían valer expresiones como “yo no tuve esto (amor, abrazos, educación, algún bien material, etc), por eso yo no te lo doy”, en mi caso, de lo que más me faltó, fue lo que más les di a mis hijos. 

No hijos, no me voy a meter en sus vidas, ustedes se metieron en la mía, y me la cambiaron rotundamente para bien, no me voy a meter en sus vidas, me quedaré siempre en ellas, cerquita, orando, amando, abrazando, observando, acompañando, extrañándolos a veces, pero siempre anhelando y deseando con todo mi corazón que piensen y sientan ¡ya llegó mi mamá, todo estará bien!».

MIS HIJOS